viernes, 3 de abril de 2009

El Príncipe de la Cartulina. Prólogo

Vestía una corona de papel y una manta a modo de capa, la cual tapaba con magistral estilo su chandal azul marino. Hablaba poniendo aposta una gravísima voz, como si lo que dijera fuera de vital importancia y fuera dicho con infinita sabiduría...siempre que hablaba se llevaba la mano al pecho, atrasaba una pierna y se ponía casi de puntillas, en un estudiado movimiento para dotarse de mayor importancia y para crecer un par de centímetros.



Cuando atardecía, en la hora mágica, encendía con un poderoso hechizo (unas cerillas) las velas de los candelabros que rodeaban su castillo de madera tan fina como cualquier naipe. Había soportado ataques prolongados, incesantes, duraderos y tempestuosos y aún así, su castillo seguía en pie.



Allí se había refugiado cuando el malvado Rey oscuro (su padre) había ido a buscarlo con un cinturón de cuero ...es decir...una espada centenaria y poderosísima, en la mano, gritando y clamando venganza por no sé qué tontería. Allí había guarecido a la dama de porcela y de crital cuando había caído en un sopor interminable al beberse un veneno desconocido, que tras muchas plegarías de "El Príncipe de la Cartulina" había conseguido superar...ahora el príncipe ya sabía que no debía beber nada con la etiqueta "Vodka" pues, ahora sabía que era un veneno muy...muy...ponzoñoso. Allí se había guarecido cuando se contagiaba de la extraña enfermedad llamada comúnmente "llanto y tristeza"



Dentro de su castillo habían infinitas habitaciones, todas ellas con una historia y con unos personajes...y una biblioteca enorme donde aveces se quedaba dormido sin querer, y despertaba en otro lugar...

2 comentarios:

Virginia dijo...

Ya era hora de seguir escribiendo... Me gusta :)

un barco llamado lady blue dijo...

ya te lo dije y lo sigo diciendo, me gusta leerte.
vicky