jueves, 24 de febrero de 2011

Pintando sueños a mano

Subido en lo alto de la estatua más alta y grotesca del parque, escucho formas y vórtices de colores de una canción de Sabina grabada en una loncha de queso frito.
Algo se mueve por mis pies... son caracoles, trato de atraparlos, pero resultan ser babosas disfrazadas, con lo cual abandonan sus caparazones y escapan a través de mis dedos.
Una puerta se abre justo delante mía y entre un brillo descomunal aparecen dos chicas jóvenes de rostros cuasiconocidos ataviadas con uniformes de scout, muy contentas se acercan y me invitan a atravesar el umbral.
Una vez al otro lado, la luz que me deslumbraba ya no es tal, se ha transformado en penumbra, me giro y la puerta ya está cerrada.
Inspecciono la habitación y me doy de narices contra un montón de ropa del cual aparece una chica que sin mirarme se lanza rauda por la ventana, sin pensármelo, hago lo propio...
Persiguiéndola a través de una formación delta de patos silvestres, se gira y me sonríe, y es entonces cuando caigo en la cuenta de que... todo ha sido un sueño.

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