lunes, 10 de mayo de 2010

Bucaneros de agua dulce

"Cuentan las leyendas de marinos que hubo una vez un hombre enamorado. Aunque no me creáis esto es más raro de lo que parece pues enamorase para un marinero significa engañar a la mar, abandonar su vida libre, engrilletarse a una existencia mortal, regida por relojes y deberes.
Ella, celosa como estaba, lo condenó a que jamás la volvería a tocar o significaría su perdición y el marino lo aceptó, incluso lo olvidó. Pero la mar no olvida, es rencorosa, sus aguas profundas son simas de recuerdos, muchos la amaron, muchos la poseyeron, la acariciaron…pero nadie se atrevió a llegar a su profundo y frío corazón, donde engendros que solo el dolor puede crear habitan y sonríen con malicia a vuestra imaginación.
El marinero encaneció, sus sonrisas y sus lágrimas se quedaron marcadas en sus arrugas, su piel tostada y de sabor salobre sufrió las consecuencias del tiempo. Antes del amanecer acostumbraba a pasear por la playa, la mar pensaba que lo retaba como diciendo “aquí estoy vieja bruja, no puedo tocarte pero tú a mí tampoco” cuando en realidad el marino lo hacía sin más intención que disfrutar de un agradable paseo, ya que había olvidado sus recuerdos arrugados y agrietados como antiguas fotografías en blanco y negro.
Y entonces la mar comenzó a llorar, sé que es redundante, pero aun así la mar lloró…no en silencio y tímidamente, sino maldiciendo y agitándose, revolviendo sus puentes de hidrógeno, así nacieron las olas, en el fútil intento de la mar de agarrar al marinero, arrastrarlo y devorarlo. El marinero curioso, se dejó acariciar…sus piernas flaquearon y se vio abrazado por la impertérrita agua.
Cuando abrió los ojos se encontraba en medio de una llanura azul, sin poder mover un ápice, sus ojos le obligaban a mirar en la inmensidad vacía frente a la que se encontraba. Hasta que comenzó a sentir una garra fría y humedad subiendo por su pernera, miles de dedos curiosos y labios hambrientos inspeccionaban su cuerpo, hasta que llegó al borde de su oído y le susurró “ahora eres mío viejo bastardo, te condeno a amarme”.
Y nuestro marinero empezó a crecer, a crecer y a llorar…sus lágrimas fueron creciendo junto a él provocando rebotes reflejados de sus gotas al llegar al agua. Sus articulaciones se petrificaron, su corazón comenzó a bombear fuego. Poco a poco llegó a dimensiones gigantescas mientras todo su cuerpo se petrificaba, comenzando lentamente desde la planta de sus pies hasta que por fin llegó a lo más alto de la cabeza, consiguió mantener un ojo abierto, cuanto lamentaría esto.
Kilómetros de extensión de piedra se encontraban suspendidos en el mar, hasta que con una leve brisa, el cuerpo gigantesco cayó al agua, tumbado en toda su extensión antes humana, la mar tuvo la delicadeza de girarle la cabeza hacia un lado para poder besarlo y reírse cuando quisiera, y cada vez que esto pasaba el volcán que se había creado en su interior explotaba de furia.
Hoy en día la isla olvidó qué o quién fue, incluso cuando duerme por breves instantes generaciones pasan al olvido, y él sigue condenado a amar sin ser amado.”


PD:Después de mucho sin saber de nosotros aqui volvemos, y que mejor manera de hacerlo que honrar con nuestro pequeño gratino de arena al gran J. M. Barrie soñador, bajito y culpable de que el señor Peter Pan exista (os recomiendo su pequeña biografia en la wikipedia y el propio libro original de Peter Pan)

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me ha encantado...
:D

airaM dijo...

Que bonito regreso ;)
Me ha gustado mucho.